¿Cómo se puede evitar el sencillo y natural contacto con el aire, o la brisa, con el viento? ¿Cuáles son las posibilidades de salir de la casa y no estar expuesto a un cambio en el tiempo climático? Estas podrían ser algunas de las preguntas a las cuales se enfrenta día a día una persona que padece anemofobia.
Definición de anemofobia
Los fenómenos naturales, por resultar imprevistos y dejar consecuencias devastadoras para las personas, representan una notable situación de riesgo. Los seres humanos se dedican mediante el estudio de las condiciones climáticas a tratar de conocer con antelación dichos eventos. De la misma forma, se esfuerzan en diseñar recomendaciones para atender a la población que esté en situación de alarma. Así mismo, trabajan en forma mancomunada y multidisciplinaria para tomar previsiones y resguardar a las comunidades cuando ocurre el evento.
Hay protocolos establecidos para las poblaciones que gracias a su ubicación geográfica, se encuentran más propensos a vivir estos acontecimientos. No obstante, existen personas que por esa misma incertidumbre y temor a lo que puede ocurrir, desarrollan temores desmedidos frente a fenómenos específicos. Así, se puede presentar una reacción de pánico hacia los fuertes vientos. Este trastorno psicológico es conocido en ciencia como anemofobia.
La persona anemofóbica desarrolla, como cualquier afectado por una fobia, pánico injustificado ante situaciones que cree fuera de su control. Y en este particular tipo de trastorno, es así, ya que no es posible hacer nada para controlar el viento. Entonces, el temor sólo continúa progresando en la mente del afectado porque no consigue formas de eliminarlo en su entorno.
Resulta desesperante imaginar cómo se puede vivir enfrentando este temor, desde que nacemos estamos en interacción con el viento. No hay forma de evitarlo, podemos evadirlo pero no siempre, ya que en los espacios abiertos naturales lo encontramos. Visto de esa forma, la anemofobia constituye una limitante grave para la persona que la sufre, lo condiciona totalmente.
Orígenes de la anemofobia
Desde su origen etimológico, la palabra anemofobia proviene del griego anemo cuyo significado es “viento” y fobos que significa “fobia”. En la literatura psicológica, también le puede ser encontrada con el nombre de ancrofobia, son palabras sinónimas para este caso. Mientras que en la ciencia meteorológica, el viento puede ser definido como el movimiento de gases atmosféricos con alta velocidad. Los mismos pueden encontrarse moviéndose en forma horizontal formando corrientes de aire, llamados comúnmente brisa, puede ser fuerte o débil.
En la vida diaria, para algunos puede resultar gracioso que el viento fuerte se lleve su sombrero en la calle. Entretanto, que para otras personas ese mismo hecho puede llegar a desatar una crisis nerviosa en público de proporciones incontrolables. Quien sufre este trastorno, siente temor excesivo al cambio en las corrientes de aire, cuando estas se hacen más fuertes.
Una modificación en el viento puede ser motivo de terror para el afectado, y hacer que reaccione exageradamente tomando acciones. Estas van desde hacer modificaciones permanentes convirtiéndola en un refugio, hasta asegurar en extremo puertas y ventanas para impedir el desastre. Es importante acotar que mayormente, aunque siempre cabe la posibilidad de un evento de este tipo, resulta poco probable.
En momentos extremos de crisis, el individuo puede tomar decisiones fuera de toda lógica, como confinarse indefinidamente en su casa. Hasta una brisa anticipando la lluvia, genera en el anemofóbico fuertes crisis y cambios de conducta hasta caer en pánico. Es importante cuidar los signos de la aparición de esta fobia en los niños, ya que la sufren con frecuencia. Esto es porque puede que haya observado como testigo presencial un evento que involucre viento fuerte y produzca una catástrofe. O bien hasta por haber visto una película de ficción, donde expongan consecuencias de un desastre originado por el viento.
Causas de la anemofobia
Su origen ha sido motivo de discusión para la comunidad científica, y es porque existe el debate entre dos posibilidades:
- Puede ser causada por un acontecimiento previo traumático, como haber presenciado una tormenta, haber observado un tornado o un incendio. En estos, el viento va cobrando mayor fuerza y dejando consecuencias devastadoras, en muchos casos con pérdidas materiales y humanas. Un ejemplo se evidencia en Nueva Orleans, en los Estados Unidos, en personas que vivieron el huracán “Katrina” en 2005. Y también en mayor número en las que sobrevivieron al Tsunami que ocurrió en las costas Japón en 2011.
- Por la probable predisposición genética a sufrir algún trastorno psicológico, el cual se manifiesta en el desarrollo de esta fobia. Esta última causa de origen es la más discutida y menos aceptada por los especialistas, aún se discute este aspecto.
Preguntas frecuentes de una persona con anemofobia
Por otra parte, una persona que padece anemofobia puede responder afirmativamente a varias de estas preguntas:
- ¿Me siento físicamente mal, sudo de miedo cuando debo salir de la casa y hay corrientes de viento?
- ¿Pienso constantemente que algo negativo o perjudicial para mi integridad va a ocurrirme a causa del fuerte viento?
- ¿Siento mucho miedo si tengo que enfrentarme al viento que normalmente antecede a la lluvia?
- ¿Si observo que ha cambiado el viento, cancelo mis planes del día para encerrarme en casa, asegurando puertas y ventanas?
Síntomas del anemofóbico
Entre los síntomas observables de alguien que padece esta fobia, pueden mencionarse:
- Temor excesivo a la exposición al viento: Estar en un lugar con corrientes de viento, genera cambios drásticos de comportamiento.
- Huir a toda costa del cambio de viento: El individuo desaparece del sitio donde se esté dando el fenómeno climático.
- Dificultad para respirar correctamente: Por ansiedad, la persona respira de forma acelerada, o puede faltarle el aire para llenar sus pulmones.
- Temblor múscular: Por miedo, es una señal de que la persona sufre un ataque de pánico causado por la anemofobia.
- Sudoración excesiva: Como mecanismo de defensa ante el miedo, el cerebro interpreta que está en peligro, se acelera la respiración. También aumenta la temperatura corporal, se comienza a sudar en exceso para equilibrar lo que está ocurriendo en el organismo.
- Ausencia de salivación: Como respuesta al estímulo recibido, la persona experimenta la sensación de no tener saliva en su boca.
- Desmayos: En casos extremos, la persona pierde la conciencia y puede desmayarse por el temor que está generándose en su mente.
- Terror: Ocurre cuando la fobia ya se está saliendo de control por parte del afectado. El ataque de pánico puede llegar a ser desmedido, descontrolado e inclusive puede transmitirlo a las personas alrededor del fóbico.
- En la mente se desarrollan pensamientos que no admiten raciocinio, simplemente hacen que se reaccione ante el estímulo físico que ocurre. Incluso en un momento de ausencia de peligro, la persona puede admitir y comprender la naturaleza de su fobia. Sin embargo, en el instante en que ocurre el fenómeno climático, pierde todo control y perspectiva racional sobre el hecho.
Terapia de tratamiento
La anemofobia, si no se trata oportunamente corre el riesgo de empeorar, desarrollando obsesiones que desmejorarían la vida del afectado. Si los síntomas mencionados son observados repetitivamente en un individuo, es recomendable se busque la ayuda que contribuya a su control inmediato.
En la industria farmacológica se han creado medicamentos para tratar el estrés que pueden ser prescritos para tratar este padecimiento. Sin embargo, es necesario acotar que dichos medicamentos tienen efectos subsiguientes, generando síndrome de abstinencia posterior a su uso prolongado. Lo más recomendable y usual es el tratamiento a través de psicoterapia, programación neurolingüística o PNL, como también coaching ontológico.
También la técnica de la hipnosis, donde se induce al paciente para erradicar su miedo desde el nivel subconsciente cerebral.
Disfruta de la naturaleza
Finalmente, es sumamente importante acotar que todos los trastornos producidos por temor deben ser canalizados con ayuda profesional. Lo más recomendado en estos casos es asistir al afectado con la búsqueda de un especialista en la materia. De esta manera, podrá canalizar sus miedos y llevar una vida sana, y disfrutar de la naturaleza y sus cambios.